Obedecer la Doctrina de Cristo y no doctrina de hombres

Colosenses 2:8-23

“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.”
En esta carta, Pablo hace un fuerte argumento de que no debemos de seguir las enseñanzas y filosofías que son creados por los hombres y no por Cristo. Muchas veces hoy en día, la personas viven conforme a muchas cosas, algunas bíblicas y algunas no. Las personas siguen las reglas puestas por las iglesias o incluso reglas puestas por otras personas nada más, no tanto de la iglesia. Y no solo eso, sino también se juzgan según estas reglas que ni son de la sana doctrina de Cristo. Solamente Cristo tiene el poder y derecho de enseñarnos que hacer y de juzgarnos. Es como querer ser más que Jesús, al poner reglas más estrictas y agregar cosas que originalmente no están escritos.

Debemos de obedecer la palabra de Dios. Más específicamente las enseñanzas de la gracias porque ya no estamos bajo la ley. La ley nos da más criterio para poder vivir bajo la gracias, pero ya no es necesarios aferrarnos a la ley. Más bien debemos de buscar una relación íntima y dinámica con Cristo. Escuchar sus palabras y formar nuestras propias convicciones que son personales e individuales. No es justo imponer una convicción propio en otra personas, más bien lo que debemos de hacer es ayudar a esa persona formar su propia convicción a través del estudio de la palabra de Dios, la oración y la intimidad con Cristo. Cristo debe ser la única persona que nos debe de decir que debemos de hacer y juzgarnos, ningún otra persona lo puede hacer. Si nuestros padres no mandan, pues en obediencia a Cristo le obedecemos a nuestros padres, pero en ese orden, por obediencia a Cristo, obedezco a mis padres, autoridades, patrones, pastores, etc. .

Aplicación: Tenemos que volver a nuestros rudimentos y examinarlos bien para ver si provienen de tradiciones humanas o sana doctrina de Cristo. Debemos de hacer nuestras propias convicción de a partir de una relación personal e íntima con Cristo.

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